¿Qué podemos ofrecer los bibliotecarios a los niños y jóvenes? O cómo las necesidades no tienen nada que ver con el tamaño de las personas

"Sólo la imaginación es más importante que el conocimiento"
Albert Einstein

En primer lugar, quiero agradecer a la organización de este encuentro el haberme dado la posibilidad de estar aquí. Un agradecimiento muy especial, también, para Mafalda Milhoes que ha sido el puente para que yo pueda compartir mi pasión, el mundo de las bibliotecas, con todos ustedes.

Siento mucho no poder hablar en portugués, una lengua tan hermosa que yo no domino y que ni siquiera puedo decir que conozca, más allá de su sugerente sonoridad.

Me van a permitir una aclaración previa sobre porqué yo, un bibliotecario de una institución de educación superior, que ha desarrollado casi toda su actividad profesional en bibliotecas universitarias, acepta el reto de hablarles sobre asuntos relacionados con los niños y jóvenes. Es verdad que durante cinco años dirigí la revista Educación y Biblioteca. Esta experiencia me permitió observar el trabajo de las bibliotecas públicas y escolares españolas, también de otros países, desde un lugar privilegiado. Pero no es eso lo fundamental. Lo que me ha hecho aceptar esta invitación es el convencimiento de que las separaciones entre los distintos tipos de bibliotecas (públicas, escolares y universitarias) tienen más que ver con asuntos menores que con la verdadera esencia de nuestro trabajo como bibliotecarios.

Me refiero a las bibliotecas que tienen una titularidad pública y, por supuesto, a las que, siendo privadas, tienen una vocación de servicio público abierto a toda la ciudadanía. En esos casos, todas, absolutamente todas las bibliotecas, tienen que ver con la educación y con la cultura.
Las bibliotecas escolares y las universitarias desarrollan su función dentro de instituciones relacionadas con la educación formal mientras que las bibliotecas públicas se inscriben en lo que podríamos denominar servicios culturales. Sin embargo, estas últimas tienen un compromiso con la educación (a lo largo de la vida) y son un instrumento insustituible para el estudio autodidacta.

Mientras que las bibliotecas de instituciones educativas están, o deberían estar, implicadas en el activismo cultural.

Por otro lado, sería impensable mantener unos servicios adecuados de lectura pública sin que existieran relaciones entre los distintos tipos de bibliotecas. Tareas como, por ejemplo, servir a los ciudadanos herramientas para la formación permanente son más fáciles de llevar a cabo colaborando entre bibliotecas universitarias y públicas. En todo caso, para garantizar el acceso igualitario a la información y al conocimiento, las bibliotecas deben ejercer una labor cultural cualquiera que sea su ámbito de actuación. Pero tratar esto me ocuparía todo el tiempo del que dispongo y yo he venido a hablar de qué tipo de profesionales se necesitan para atender servicios bibliotecarios dirigidos a niños y jóvenes.

Mi tesis es que todos los bibliotecarios necesitamos, además de la formación técnica (que ha ido cambiando y seguirá haciéndolo a lo largo del tiempo) una alta dosis de imaginación, de gusto por la investigación y de compromiso social (y esto, no creo que vaya a cambiar sino que va a ser cada vez más necesario).

En mi trabajo como bibliotecario universitario me he dedicado, sobre todo, a tareas de formación y referencia. Siempre me han servido de inspiración experiencias desarrolladas en las bibliotecas públicas, especialmente por su atención a todo lo relacionado con la acogida de los usuarios.
En España, las bibliotecas universitarias están intentando acercarse a un nuevo modelo denominado CRAI (Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación) que integra funciones típicamente bibliotecarias con otras nuevas o que han dependido de otros servicios: talleres multimedia, asesoramiento pedagógico, medios para el autoaprendizaje, soporte informático... La transición hacia el CRAI implica unos cambios (o replanteamientos) del espacio bibliotecario en una línea que ya llevan haciendo las bibliotecas públicas, al menos desde los años 70 del siglo pasado: salas informales de acogida, ámbitos para el trabajo en grupo, mezcla de distintas actividades (algunas de ellas ruidosas) y, sobre todo, el pensamiento de que debemos organizar todo, espacios y servicios, para que nuestro público esté cómodo y le apetezca acercarse a nuestras instalaciones.

Durante demasiado tiempo, las bibliotecas universitarias, a diferencia de las públicas, se han comportado como si dispusieran de un público cautivo que no tiene más remedio que acudir a ellas. Esto nunca ha sido así, pero, en los últimos años, cada vez está más lejos de la realidad.

Un nuevo modelo de biblioteca:

A finales del siglo XX hemos asistido a un cambio de paradigma en el modelo de biblioteca. De poseer, adquirir y conservar hemos pasado a acceder, gestionar y ofrecer. Esto ha ido ocurriendo paralelamente al avance de los soportes digitales. Nuestras bibliotecas son híbridas y nuestro público está formado en gran medida (especialmente el que aquí nos ocupa) por "nativos digitales". Nadie discute ya las ventajas de la "automatización" sino que se habla de modelos más participativos para permitir a los usuarios que interactúen. No sólo hay que estar en Internet, sino que se espera que lo hagamos sacando el máximo partido a las herramientas de la Web 2.0 o Web social. Pero como en todo, esto no es una cuestión tecnológica (o no fundamentalmente) sino más bien una cuestión de actitud.

Nuestros usuarios más jóvenes tienen una percepción distinta de las tecnologías. Para ellos no son sólo un instrumento de trabajo sino que representan un estilo de vida. Las bibliotecas están reaccionando ante esta nueva forma de acercarse al entretenimiento, a la información y al estudio, y tratan de estar a la altura: se crean blogs, se utiliza Youtube y Flickr; los catálogos se asemejan cada vez más a Amazon y nuestros usuarios pueden valorar los documentos o navegar por nubes de etiquetas. En definitiva, se trata de dar un paso más y abandonar el "despotismo ilustrado" que ha caracterizado a los bibliotecarios durante tanto tiempo: "Todo para los usuarios pero sin los usuarios".

Está claro que las bibliotecas no podemos sustituir a Google, ni competir con ellos, pero si es posible cooperar y estar presentes en su ámbito. Es decir, aparecer en el resultado de sus búsquedas porque, querámoslo o no, esa es la principal ventana hacia el mundo para nuestros usuarios. La mayor parte de los jóvenes universitarios, podemos decir que del mundo, buscan antes en Google que en el catálogo de sus bibliotecas. ¿Y no hacemos nosotros lo mismo?
Por otra parte, como iremos viendo a lo largo de la charla, lo que resulta ser una necesidad irrenunciable en la sociedad de la información es la lectura. Para poder obtener un verdadero provecho de Internet, para poder navegar con fundamento, para participar en la Web social, para poder acceder a los recursos y para comunicarse, es necesario dominar la lectura (y la escritura). Al menos hasta un punto.

El compromiso con la lectura, con su enseñanza (porque cada nuevo tipo de texto es parte del aprendizaje de la lectura) y con su promoción es algo medular de nuestro trabajo como bibliotecarios.

La lectura no es una adorno, un hermoso añadido, sino una pieza clave para el aprendizaje y una herramienta que garantiza los derechos de las personas. En primer lugar, el derecho a la información pero es que éste es, muy a menudo, garantía de que se cumplan otros derechos.

¿Por qué son blancas las nubes?

En el libro Palabras por la Biblioteca, el escritor y especialista en Literatura Infantil y Juvenil Samuel Alonso, comienza su capítulo con la pregunta que le formuló una niña en su época de bibliotecario infantil: "Samuel, ¿por qué son blancas las nubes?". El autor se cuestiona que diferencia hay entre la necesidad de esa niña y sus propias búsquedas bibliotecarias como estudiante universitario, como investigador o como lector adulto.

Hay algo muy serio en la curiosidad de los niños y en las dudas de los adolescentes. Las bibliotecas están ahí para acompañar a las personas mientras crecen y para ello tienen que poner en acción, seleccionar y crear, una gran diversidad de materiales, recursos y servicios. Las preguntas de un usuario de 6 años son tan importantes como las de un profesor emérito y para poder solucionar sus necesidades se requiere el mismo rigor profesional.

Quienes se acercan a una biblioteca lo hacen esperando saciar su sed de conocimiento o para solucionar una cuestión perentoria o buscando entretenimiento. Así que, en esencia, no es muy diferente lo que demanda un adulto, un niño o un adolescente. Claro que, ni la diversión ni el conocimiento se satisfacen de la misma manera según la época de la vida. Por eso podemos, y debemos, ofrecer servicios bibliotecarios según franjas de edad pero sabiendo que los límites que trazamos son siempre convenciones.

Los bibliotecarios tenemos una larga tradición de actividad normativa y hemos desarrollado una gran capacidad para clasificar. Eso ha tenido sus aspectos positivos (mayores posibilidades de comunicación y cooperación, unos servicios al usuario más consistentes independientemente del lugar en el que se ofrezcan, etc.) pero también puede generar lastres (un excesivo sometimiento a las normas, un afán de que sean nuestros usuarios los que se adapten a nuestra organización: "tienen que entrar en el traje como sea").

El primer gran reto al que se enfrenta un profesional que atienda a niños o jóvenes es su propio público. Y el primer escollo que debemos sortear, el primer peligro del que debemos salir airosos, es la tendencia a generalizar. Claro que, este peligro igual lo corren los bibliotecarios que atienden a públicos de otras edades.

"Cada cosa que ves son dos cosas o tres"

Deberíamos comenzar diciendo que eso que llamamos la infancia o la adolescencia es una construcción cultural. Algo que no siempre ha estado ahí sino que responde a una determinada sociedad y a una época de la misma. Es difícil, por ejemplo, hablar de infancia o adolescencia en sociedades en las que las personas trabajan desde que pueden caminar y cargar. La adolescencia no encaja en culturas en las que las personas se casan y tienen hijos al borde mismo del final de la infancia. Pero una vez más, hemos llegado a un tema que podría, sólo en su planteamiento, ocupar el resto de la tarde. Así que me escabullo una vez dicho esto.

En sentido estricto podríamos decir que ni la infancia, ni la adolescencia, ni la lectura de niños existen. Lo que si encontramos son diferencias relacionadas con el género, hay niños y niñas, y, en determinados medios, se observan diferencias en su comportamiento frente a la lectura. Por ejemplo, los chicos adolescentes, suelen dejar de leer antes que las chicas pues asocian la lectura con una pérdida de virilidad.

También existen distintas familias, diversos niveles económicos, múltiples orígenes culturales o étnicos, diferentes tradiciones lectoras, distintas relaciones (de éxito o fracaso) con el sistema educativo. Con todas estas variantes tenemos que pensar en ofrecer servicios y no caer en el desánimo pensando que no hay por donde empezar.

Por eso es necesario que conozcamos a nuestro público y que podamos saber cuáles son sus necesidades. Esto nos permitirá crear segmentos de usuarios (algo más que la simple categoría de edad) y diseñar políticas que lleguen de una manera más eficaz hasta ellos.
Por cierto, merece la pena señalar en este momento, que los bibliotecarios que trabajan con niños y jóvenes, y los servicios que desarrollen, deben estar coordinados con el resto de la Biblioteca. Muchas veces, un servicio enfocado a niños pequeños nos servirá para llegar a sus padres y madres.

Las Bibliotecas de Queens (New York), por ejemplo, tienen un programa, en colaboración con las escuelas, para acercar a la biblioteca a grupos de niños de los primeros ciclos. Es necesario que vayan acompañados de sus padres o madres y, mientras los niños hacen juegos o asisten a la hora del cuento, a sus padres se les presentan recursos sobre cómo ayudar a sus hijos en el colegio o sobre alimentación, etc. También se les conciencia sobre la importancia de la lectura en el desarrollo de los niños y se les anima para que lean a sus hijos y les cuenten historias. Estos encuentros, son ocasión para que los adultos, muchas veces de diferentes orígenes étnicos, hablen entre ellos y se cree comunidad. Además, de una manera indirecta, y relajada, conocen otros servicios de la biblioteca y comprueban que hay fondos en sus lenguas maternas y que hay guías y personas que les pueden orientar sobre sus necesidades en su propia lengua.

Otro ejemplo es lo que se hace en la Comunidad de Castilla-La Mancha, en España, donde a cada niño que nace se le regala un carné de la biblioteca, junto con un libro maravilloso, El libro de los arrullos: mi primer abrazo de palabras, que es una recopilación de juegos con palabras y gestos para hacer con los bebés. Los padres reciben todo esto junto con una carta que les invita a pasar por la biblioteca. Cuando llegan, no sólo les cuentan la oferta disponible para el público infantil sino otros servicios que pueden ser interesantes para los adultos. Uno de ellos es la prensa del mundo que permite a los inmigrantes consultar prensa diaria de todo el mundo (más de 200 títulos) en sus lenguas originales.

En fin, sólo son dos ejemplos de cómo se pueden multiplicar las acciones con lo que, en principio, era un programa que afectaba a los usuarios infantiles. Otro aspecto que debemos tener en cuenta los profesionales bibliotecarios es que, muchas veces, nuestros usuarios potenciales no se acercan a la biblioteca. Hay mil motivos: puede que no sepan de su existencia o que crean que no es para ellos o que no sepan qué puede haber allí que les interese. En este sentido, es importante que la biblioteca salga de sus muros y, en la medida de lo posible, acuda a los lugares donde pueda encontrase con su público. Se pueden encontrar muchos ejemplos de este tipo de acciones: desde los puestos de la biblioteca en los mercados (como el que se monta y desmonta en la plaza del mercado de San Benito en Bogotá, Colombia) a las bibliopiscinas, biblioplayas y biblioparques que proliferan por toda España durante los meses de verano. La presencia en Internet (donde no sólo se puede ofrecer acceso al catálogo sino muchos otros servicios) es casi irrenunciable. Pero me gustaría destacar otro ejemplo de Castilla-La Mancha y es la iniciativa de enviar expositores, con álbumes y libros para primeros lectores, a todas las consultas de pediatría de la Seguridad Social. Son minibibliotecas, renovadas asiduamente, que ayudan a pasar las esperas entretenidos y ayudan a recordar que en las bibliotecas públicas hay más libros divertidos y otras cosas apetecibles.

"Todos los lectores se parecen, los no lectores lo son cada uno a su manera"

Si me permiten esta máxima, parafraseando el comienzo de Anna Karenina, creo que ilustra muy bien a lo que me referiré en este apartado. Ya se ha señalado a la lectura como uno de los aspectos fundamentales del trabajo bibliotecario y algo central en los servicios para niños y jóvenes.

Bien, pues a la hora de acercar a la lectura a quienes no tienen el hábito o no han desarrollado el gusto por ella, no debemos reducir su problemática a un asunto general con solución global. Como dice Víctor Moreno en su libro No es para tanto, "nunca se sabe como acertar porque, en la mayoría de las ocasiones, se dedica muy poco tiempo a conocer la raíz individual del problema no lector". Nada que tenga relación con las personas es simple y siempre hay más de un aspecto, múltiples lados para contemplar.

Para poder animar (o reanimar) las costumbres lectoras es necesario tener paciencia, generosidad y que uno mismo disfrute leyendo pero, sobre todo, necesitamos "conocer al sujeto que no lee, prestarle atención, escuchar lo que dice y, casi siempre y finalmente, dejarlo en paz".
Naturalmente, para poder trabajar, dividimos a nuestros usuarios en grandes grupos de edad, los niños y adolescentes, y dentro de ellos en subgrupos: prelectores, primeros lectores, etc. Esto es necesario desde un punto de vista operativo pero no podemos olvidar que con quienes vamos a tratar es con personas que acuden a la Biblioteca para que se les solucione un problema o a satisfacer un deseo o una necesidad. Se trata de que seamos capaces de interiorizar que cada usuario es importante por ser el mismo, o ella misma, y que vamos a intentar darle servicio, no en función de unas normas generales (no sólo basándonos en ellas me refiero), sino intentando entender lo que necesita y poniéndonos en su lugar. Ahora bien, una de las características fundamentales del trabajo bibliotecario es que nuestros servicios deben ser proactivos. Es decir, que debemos adelantarnos a las necesidades de nuestros usuarios, ser capaces de detectar necesidades que no están claramente formuladas, o incluso que no son reclamadas conscientemente, por el público que acude, o podría acudir, a las bibliotecas.

Y una de las principales tareas que podemos acometer es favorecer el desarrollo del gusto por la lectura y garantizar el acceso a la bibliodiversidad.

¿Pero que buscan los niños y jóvenes en la lectura?

Es importante hacernos esta pregunta porque quienes investigan el mundo de la lectura encuentran que, muchas veces, no hay coincidencia entre lo que pensamos los mediadores que debemos dar a niños y jóvenes y lo que ellos manifiestan haber encontrado.

Me basaré en este apartado en los trabajos publicados por la antropóloga Michèle Petit (que cito en la bibliografía). Ella ha realizado sus investigaciones a partir de entrevistas con jóvenes que viven en medios desfavorecidos, fundamentalmente en los banlieue de París y de otras grandes ciudades francesas. Anteriormente a los libros publicados en castellano, había trabajado en dos proyectos, con otros investigadores, que se materializaron en dos obras: Lecteurs en campagnes (1993) y De la bibliothèque au droit de cité (1996), ambas obras publicadas por la Bibliothèque Publique d’Information del Centre George Pompidou.

Pero le doy directamente la voz a esta autora:

"Cuando fui a hacer las entrevistas, a que me comentasen en qué la lectura les había podido o no cambiar algo en su vida, me sorprendió ver que espontáneamente los jóvenes, incluidos los de medios sociales modestos, hablaban rápidamente de lo que eso había podido cambiar en la representación de sí mismos, en la representación de la relación con el mundo y en la relación con los otros. Esto ya lo había sentido cuando trabajaba en las entrevistas sobre la lectura en el medio rural pero se hizo más patente cuando trabajamos con los jóvenes de los barrios desfavorecidos. Muchos de estos jóvenes nos han hablado de la importancia que había tenido la lectura, incluso fragmentaria, episódica, en la construcción de sí, en el sentido amplio, esto es, la apertura del imaginario, la constitución del espíritu crítico, la elaboración de una relación algo diferente con los próximos, sea la familia, el grupo étnico en algunos casos, los amigos. La lectura constituyó para estos jóvenes un medio de representarse ellos mismos de manera diferente y eso provocaba que tuvieran una representación de sí mismos más rica, más diversificada, más abierta, más en movimiento, que la representación rígida de la identidad que, muy frecuentemente, se tiene".

Quiero destacar los términos "fragmentaria" y "episódica" porque la mayor parte de las encuestas, en las que se basan la mayoría de los trabajos a los que tenemos acceso, sólo se preocupan del número de libros que lee uno en un periodo determinado de tiempo (un año o el último mes, por ejemplo). La investigación cuantitativa nos deja sin respuesta sobre lo que verdaderamente nos importa: qué le hace la lectura a la gente; qué nos aporta, o nos puede aportar, para que pensemos que es beneficioso que todas las personas puedan acercarse a esa práctica.

Michéle Petit nos alerta de la trampa en la que caemos muy a menudo bibliotecarios y educadores. Se trata de una visión limitada que consiste en pensar que los niños y jóvenes, especialmente si viven en medios difíciles, necesitan lecturas "prácticas". Es decir, libros que les ayuden en su rendimiento escolar. O bien, obras que les hablen de su situación pero de una manera directa y clara, lo que en muchos casos equivale a plana. Cuando es precisamente el poder del lenguaje literario lo que favorece que los niños y jóvenes puedan encontrar efectos benéficos en la lectura.

Michèle Petit, además de su formación de antropóloga, tiene una importante base psicoanalítica. Y el psicoanálisis nos ha enseñado que somos, cada uno de nosotros, una historia contada. En muchos casos la literatura ayuda a que podamos dar sentido a nuestra propia historia, a las situaciones, a veces dramáticas, a las que nos enfrenta la vida. En sus trabajos, Petit ha recopilado testimonios de niños y jóvenes, nacidos en medios precarios y adversos, que han cambiado el curso de sus vidas gracias a un encuentro con la lectura, con determinados textos, que les han "trabajado" en el sentido psicoanalítico. La lectura y la escritura son vehículos inmejorables para que los niños, o cualquier persona de cualquier edad, puedan construir su propia subjetividad.

"Si la lectura sigue teniendo sentido para numerosos niños y adolescentes que leen, ya sea con frenesí o de manera episódica, es, en mi opinión, porque la consideran un medio privilegiado para elaborar su mundo interior, y en consecuencia, de manera indisolublemente ligada, para establecer su relación con el mundo exterior. Es ante todo, porque les permite descubrirse o construirse, darle forma a su experiencia, elaborar sentido. Esto no es algo nuevo en absoluto, pero adopta una dimensión particular en estos tiempos en los que, mucho más que en el pasado, tienen que construir ellos mismos su identidad".

La lectura, que nos aparta de los otros, es un material para crear nuestro propio espacio. De hecho, muchos de los jóvenes que hablan en los trabajos de Michèle Petit utilizan metáforas relacionadas con esto, con un espacio propio, para contar lo que supusieron para ellos ciertos libros, determinadas lecturas o el haber entrado en contacto con una biblioteca.

Y lo que nos ayuda a construirnos nos sirve también para ver el mundo de otra manera, para reconocer a los otros más allá de peligrosos maniqueísmos, para poder imaginar otras vidas.

¿Deben ser los libros para niños de una talla especial?

¿Y qué tipo de lecturas debemos ofrecer a los niños y jóvenes? Como acabamos de mencionar necesitamos cierta "generosidad" o amplitud de miras. En la misma medida, no es conveniente hacer una separación drástica entre las lecturas formativas y las recreativas. Muchas veces es un ensayo lo que nos entretiene y la lectura de una novela puede arrojar más luz, sobre acontecimientos históricos o sobre la naturaleza humana, que el más sesudo de los textos académicos. Y esto, una vez más, creo que es aplicable a personas de cualquier edad, no sólo los niños se apasionan aprendiendo u observando la naturaleza.

Pero en concreto, ¿qué tipo de textos pueden ayudar más para que los jóvenes lectores se construyan? Parece que la literatura, el texto que ofrece metáforas y permite un cierto "distanciamiento" es el que mejor puede "trabajar" a los lectores.

Escuchemos de nuevo a Michèle Petit:

"Esto complica un poco, desde luego, la tarea de los mediadores del libro y muestra, por ejemplo, los límites de esos libros escritos a la medida, para responder a las supuestas "necesidades" de los niños o adolescentes. Lo que pueden hacer los mediadores, en el fondo, es sólo proponer a los lectores múltiples ocasiones de tener encuentros, de hacer hallazgos. Encuentros inéditos, inesperados imprevisibles, donde el azar tendrá su parte. Donde la trasgresión, y también el secreto, tendrán su parte".

Unido a esto, no debemos perder de vista que, para los bibliotecarios, es una obligación garantizar la diversidad estética. Que los niños y niñas puedan crecer más allá de Disney, que puedan ver dibujos y leer textos que no se limiten a lo obvio, a lo ya conocido, al camino más fácil.
Me gustaría compartir con ustedes un texto que sirve de presentación a una editorial, Media vaca, que desde 1998 publica libros atípicos, muy ilustrados, realizados con un cuidado tal que sólo permite la publicación de tres títulos al año. La dirige en Valencia Vicente Ferrer.

"La vaca es el animal más extraordinario que existe. Nos la comemos con patatas, hace bonito en el campo y es fuente de inspiración para artistas y poetas. Uno de los estómagos de la vaca se llama libro, y no debe extrañarnos, porque el libro es el segundo animal más extraordinario. Lo manchamos de salsa, hace bonito en las estanterías y a través de él nos llegan regularmente las ocurrencias de artistas y poetas. La vaca es un rumiante: se traga el alimento para más tarde devolverlo a la boca y masticarlo con tranquilidad. Exactamente de esa forma se deberían leer los libros: volviendo a ellos en diferentes ocasiones y masticándolos a fondo para aseguramos una digestión placentera.

Los niños aprenden con los libros, pero también con las piedras, las moscas, las hormigas y las arañas. Aprenden con todo. Aprenden jugando. Y no se cansan de aprender. Por eso es absurdo que existan libros aburridos y que se pierda el tiempo con ellos en lugar de dedicarlo a observar a los escarabajos peloteros. Algunos de los más aburridos están hechos por gente con mentalidad de sastre que cree que los libros para niños deben ser como los trajes para niños: varias tallas más pequeños. La mirada inocente del niño nada tiene que ver con los pantaloncitos. Si no se entiende todo, ¿qué más da? Pocos adultos pueden explicar por qué vuelan los aviones y sin embargo no tienen miedo a viajar en ellos.

A excepción de los que se hacen para idiotizar, cada libro contiene el fragmento de un plano del tesoro (o al menos así se decía antes). Sólo cuando reunamos todos los pedazos seremos capaces de descifrar ese secreto que parece tan bien guardado. A veces uno se toma su tiempo. No es raro empezar a leer a los 7 años y ver que a los 77 seguimos con el mismo libro entre las manos."
Los bibliotecarios no estamos solos en la tarea de ofrecer un buen acceso a la cultura a los niños y jóvenes. A nuestro lado están los creadores (escritores y dibujantes), los editores, los libreros, los profesores, también las personas cercanas a los niños, sus familiares y aquellos que les cuidan. Entre todos, al menos entre todos los que nos sentimos comprometidos con esa labor social, se pueden (y deben) tejer complicidades.

En realidad, esto deja muchas puertas abiertas para que todos los elementos de la cadena del libro (escritores, editores, libreros y bibliotecarios, sin olvidarnos de maestros y familia) podamos intervenir y dejar que actúen la fantasía y la imaginación.

Los lectores jóvenes tienen una gran capacidad para combinar todo tipo de lecturas y encontrar alimento tanto en textos clásicos como en productos de cultura popular o descaradamente comerciales.

Del mismo modo que estoy convencido de que, al igual que las bibliotecas, como dice el responsable del programa Nuevos Americanos de las Bibliotecas de Queens, Fred Gitner, "cambian vidas y, a veces, las salvan", la lectura también puede ayudarnos, sanarnos, reconstruirnos.

Lectura y generación Google

"La buena noticia es que todo está en Internet. La mala es que todo está en Internet" (R. Wachbroit, Universidad de Maryland) Internet, un lugar en el que está todo. Puede que sí, pero hay que saber encontrarlo y poder decidir si es eso lo que de verdad queremos. Con tantos recursos haciendo guiños no es fácil escoger. Eso sin contar con que una gran parte de la información más valiosa y especializada está en la "Internet invisible".

Tenemos la idea de que los niños y jóvenes de nuestra época, los nativos digitales, tienen un manejo casi "instintivo" de las tecnologías que les permite navegar de manera independiente, sin mediaciones. Nada más lejos de la realidad. En un reciente estudio realizado en el Reino Unido, Information behaviour of the researcher of the future, vemos como la denominada Generación Google no goza de las habilidades que le presuponemos. Parece que sólo un 27% de los adolescentes británicos tendrían una familiaridad con las tecnologías que les permitiría utilizarlas activamente (en la línea de la web 2.0). Por lo visto, la mayoría no pasan de un uso básico (correo electrónico, chat, búsqueda de entretenimientos, etc.) y todavía nos encontraríamos con un 20% de jóvenes que rechazan su uso y tratan de evitarlo siempre que pueden.

En general, el estudio manifiesta que los más jóvenes (13 años y menores) carecen del mapa mental necesario para hacer búsquedas efectivas. Una gran parte de los estudiantes de secundaria no saben cuál es la lógica de los motores de búsqueda, ni son capaces de traducir sus necesidades de información a términos (palabras o una frase) que les permitan buscar con éxito. La mayoría de los jóvenes (incluidos muchos universitarios) creen que Google es la respuesta a todo y hay una amplia tendencia a conformarse con los primeros resultados y, en todo caso, a no pasar de la primera pantalla. Al peligro de creer que si no está en la Internet visible no existe, se une la idea de que si aparece en Google es fiable. Falta capacidad para evaluar lo que se encuentra en la Red.

Por todo esto, los bibliotecarios debemos estar preparados para ayudar a navegar a nuestros usuarios. Esto es aún más necesario en el caso de los niños y jóvenes porque, como dicen ustedes, "é de pequenino que se torce o pepino". Es conveniente adquirir buenos hábitos desde la infancia (eso sirve para todos los aspectos de la vida), y en el caso de la información y el acceso al conocimiento, está especialmente claro.

Es cierto que muchos niños y jóvenes tienen una alfabetización digital alta. No tienen prejuicios ante los ordenadores y, en general, les cuesta poco familiarizarse con su uso. Pero por lo que respecta a la Alfabetización Informacional (o en información), la Information literacy en inglés, o ALFIN, como se conoce de forma abreviada en castellano, el panorama es bien distinto.
Hoy, más que nunca, sigue siendo necesario que los bibliotecarios ayudemos a nuestros usuarios a que sean conscientes de sus necesidades de información, a que puedan manejarse a la hora de buscar, localizar y recuperar lo que necesitan. Pero también a que puedan manejarlo y convertirlo en algo propio, ese famoso paso de la información al conocimiento, y a que hagan un uso ético de la información encontrada. Los jóvenes llegan a la universidad pensando que todo lo que hay en Internet está ahí para utilizarlo sin ningún tipo de cortapisa. Es decir, no tienen conciencia clara de lo que es el plagio. El hábito de copiar logra arraigarse a lo largo de todo el sistema educativo.

Por todo esto, creo que las bibliotecas tienen una importante labor que cumplir en este terreno garantizando que los niños y jóvenes adquieran las habilidades necesarias para desenvolverse en un mundo en el que la información tiene cada vez más importancia.

Puede que piensen que ésta sería la labor de las bibliotecas escolares y, sin duda esto es así, pero yo vengo de un país en el que las bibliotecas escolares no existen, salvo algunas excepciones concretas y aisladas. Por eso, muchas bibliotecas públicas han visto que era necesario cooperar con los centros escolares para dar servicio a una parte importantísima de su público que, de otra manera, quedaría desasistida. Y aún en el caso de que contáramos con bibliotecas escolares, bien configuradas y con personal especializado al frente, no se podría prescindir de la colaboración entre éstas y las públicas ya que permite multiplicar el número de recursos disponibles y es la mejor manera de diseñar servicios para una población compartida por ambas instituciones. Por eso es tan importante que las bibliotecas incluyan en sus colecciones para niños y jóvenes los libros documentales o de conocimiento y que la selección sea buena.

En nuestra sociedad de la información, que algunos llaman ya del conocimiento, Internet se presenta como el lugar en el que todo es posible, en el que hay de todo y donde se desarrollan posibilidades inagotables para encontrar, conocer y aprender. Esto puede ser así, pero no sin cierto entrenamiento por parte de quien se aventure a navegar.

La lectura, y la escritura como la otra cara de la moneda, son imprescindibles para que la información se convierta en conocimiento. Al ejercicio de la ciudadanía le es inherente el ejercicio de la palabra más allá de la comunicación verbal humana. La lectura queda enmarcada así en un horizonte cultural más interactivo y políticamente más influyente. Como profesionales que ofrecemos un servicio público, los bibliotecarios debemos implicarnos en favorecer la extensión de la lectura. No es sólo una cuestión de goce estético sino la garantía para que exista una población consciente y crítica.

Desde mi punto de vista, las bibliotecas pueden funcionar como agentes de compensación social. Su existencia, cuando tienen los medios adecuados y se comprometen con su comunidad, hace posible que el acceso a la información y a la cultura esté garantizado. Por todo esto, creo que lo primero que debe hacer un bibliotecario, cualquiera que sea su ámbito de trabajo, pero especialmente si atiende a niños y a jóvenes, es asumir ciertos riesgos.

Nuestra profesión es una profesión arriesgada

Según dice Paco Abril, es "la profesión más arriesgada del mundo". Esto no tiene que ver con los riesgos que pueda entrañar el trato con el público sino con las imprevisibles reacciones que se pueden producir al poner en relación un determinado libro con una persona concreta. Con los elementos químicos podemos saber que ocurre al juntar uno con otro, pero los humanos y los libros pueden catalizar de manera insospechada, sorprendente y, a menudo, con consecuencias no deseadas (por algunos).

Cuando Ranganathan enunció sus famosos cinco principios y sentenció "Para cada lector su libro", segundo principio, y "para cada libro su lector", tercer principio, no habló de las graves consecuencias que pueden tener esos encuentros.

¿Será por eso que las dictaduras tienen tanto interés en controlar lo que se edita y lo que se lee? La historia está repleta de bibliotecas destruidas, de libros quemados. En nuestra historia reciente hay muchos ejemplos. Para mi es especialmente significativo el caso de la dictadura franquista que segó de raíz una breve pero rica tradición bibliotecaria que alcanzó su momento más glorioso con la II República. Está muy claro que a las bibliotecas no le sientan bien las dictaduras mientras que a las democracias les sientan muy bien las bibliotecas. Pero, como nos recuerda Paco Abril en su artículo:

"En las democracias estas instituciones inflamables que son la bibliotecas peligran también, porque hay muchos dirigentes políticos con tentaciones totalitarias que miran los libros con recelo. Se les nota enseguida, primero porque hablan de autores y títulos que no han leído; segundo, porque ponen todo tipo de trabas y cortapisas para su potenciación, aún proclamando que las apoyan. Y tercero, y sobre todo, porque quienes rigen los destinos de los ciudadanos, saben, o intuyen, que aunque las bibliotecas públicas dependen de los poderes políticos, quienes las frecuentan tienen la posibilidad de aprender en ellas a desconfiar de cualquier poder, de cualquier imposición, de cualquier manipulación. Saben, o intuyen, que son instituciones extrañas que se nutren de pensamiento concentrado. Y saben, o intuyen, que pensar siempre resulta subversivo. Ya hay quien las considera, aunque no se atreva a decirlo en público, un peligro mayor que el de un polvorín a punto de estallar".

No son sólo las armas y su poder destructor lo que hay que temer a la hora de defender el acceso a la información. El pensamiento único y la mercantilización de la cultura cumplen también su papel controlador y manipulador de las personas.

La obligación de las bibliotecas de ofrecer diferentes puntos de vista tiene su particular proyección en los servicios para la población infantil. Debemos comprometernos para que en las bibliotecas estén presentes diversas ideas. Es importante que las minorías (étnicas, lingüísticas, culturales..., pero también las relacionadas con la opción sexual y el pensamiento político) se encuentren representadas en las colecciones de las bibliotecas.

Así, la selección de fondos, una labor tan técnica y aséptica en apariencia, cobra una dimensión mucho más política y comprometida. En realidad, nuestra profesión está directamente involucrada, o debería estarlo, en la defensa de la libertad intelectual y en la lucha contra la censura. Esto se evidencia en manifiestos, grupos de trabajo y actividad de organismos tan importantes como la IFLA y la UNESCO.

Por cierto, viene al caso recordar la anécdota de la bibliotecaria, Ann Sparanese, que al acudir a un acto en el que participaba Michael Moore se enteró de que la editorial que había publicado su obra, Estúpidos hombres blancos, le estaba presionando para que cambiara algunos contenidos del libro. Si no lo hacía, la empresa se negaba a sacar los ejemplares de la edición que mantenía secuestrados en sus almacenes. Ann Sparanese no dudo en denunciar esta situación en Internet y la editorial se vio obligada a liberar los libros debido a la avalancha de protestas. El conocimiento de los canales de la información y la capacidad para mantener informados a los usuarios pueden convertirse en una poderosa arma al servicio de la libertad de expresión.
Nuestro compromiso tiene otra faceta y es garantizar el acceso de las personas a la información y a la cultura. Esto tiene que ver con la defensa de los servicios públicos (de los que las bibliotecas forman parte) y con la resistencia frente a políticas neoliberales que intentan convertir la cultura y la educación en una mercancía.

Un ejemplo de esto es la lucha contra la Directiva europea que impone un canon a las bibliotecas por los libros prestados (Directiva 2006/115/CE)
http://noalprestamodepago.org/

Una profesión para el siglo XXI

Los bibliotecarios necesitamos una buena formación técnica y la capacidad para seguir aprendiendo y formándonos a lo largo de la vida. En este sentido, es importante contar con unos estudios bibliotecarios de calidad. Me gustaría traer a colación una cita de Maurice Line, al que considero uno de los grandes maestros de la biblioteconomía contemporánea, en la que habla de los retos a los que debe responder la educación universitaria para formar buenos profesionales.
"Una de las funciones principales de una universidad es producir titulados que puedan vivir con el caos, que no estén preparados sólo para un tipo determinado de trabajo (...) que se puedan adaptar a maneras de trabajar completamente nuevas, con mentes siempre alerta para captar nuevos conocimientos y nuevas ideas, y que los puedan juzgar y evaluar críticamente, que tengan la capacidad y el coraje de discutir lo que les han enseñado cuando les parezca que es equivocado, que anhelen la verdad, que puedan vivir con la incertidumbre; y, por tanto, que sean buenos ciudadanos, porque estas cualidades son buenas para la sociedad (...). Las respuestas a las preguntas cambian continuamente; lo que hace falta es la voluntad de continuar haciendo preguntas y la capacidad de encontrarles respuestas, por provisionales que sean."

Esto quiere decir que los profesionales bibliotecarios necesitamos seguir aprendiendo, como cualquier otro profesional. Algunas cosas las podremos aprender en nuestros años de formación universitaria pero tendrán más que ver con métodos y actitudes que con conocimientos concretos porque éstos van a ir cambiando en la medida en la que cambiarán los usuarios y el contexto en el se desarrolle nuestro trabajo.

Para dar un buen servicio a los niños y jóvenes es necesario estar al tanto de la oferta editorial para estos sectores, pero también debemos tener nociones de pedagogía, conocer el mundo cambiante en el que ellos crecen, saber sobre sus gustos y preferencias. Por si esto no fuera suficiente, nada nos excusa para no aplicar técnicas de gestión de calidad que garanticen un gasto adecuado del dinero público con criterios de eficacia y eficiencia. Es necesario que conozcamos técnicas de marketing para hacer llegar los servicios de la manera más adecuada. También para garantizar que los servicios que ofrecemos se ajustan a las necesidades de la comunidad a la que atendemos.

Para poder cumplir con estos objetivos es necesario que creemos alianzas con otros profesionales y otras instituciones y que estemos abiertos a pensar la biblioteca como un organismo cambiante (de nuevo Ranganathan) que crece y se adapta a los cambios en la sociedad.
Pero, sobre todo, es fundamental que tengamos conciencia de que las bibliotecas son un servicio público y que su supervivencia depende de nuestro rigor profesional pero también de nuestro compromiso.

Javier Pérez Iglesias, Bibliotecario de la Universidad Complutense
Referencias
ABRIL, Paco. "La profesión más arriesgada del mundo". En: La Nueva España. Lunes 28 de enero de 2008. Disponible en Internet: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1894_52_601144__Opinion-profesion-arriesgada-mundo [Consultado el 06/04/08]
ALBA RICO, Santiago. Leer con niños. Madrid: Caballo de Troya, 2007 (ISBN 978-84-96594-02-9)
ARGÜELLES, Juan Domingo. ¿Qué leen los que no leen?: el poder inmaterial de la literatura, la tradición literaria y el hábito de leer. México: Paidos, 2003 (ISBN 968-853-522-2)
COLOMER, Teresa. Andar entre libros: la lectura literaria en la escuela. México: Fondo de Cultura Económica, 2005 (Colección Espacios para la lectura) (ISBN 968-16-7177-5)
17
DE volcanes llena: biblioteca y compromiso social. Gimeno Perelló, Javier; López López, Pedro; Morillo Calero, María Jesús (coords.). Gijón: Trea, 2007 (ISBN 978-84-9704-317-5)
ESCARDÓ I BAS, Mercè. La biblioteca, un espacio de convivencia. Madrid: Anaya, 2003 (84-667-2718-3)
GOLDIN, Daniel. Los días y los libros: divagaciones sobre la hospitalidad de la lectura. México: piados, 2006 (ISBN 968-853-633-4)
GITNER, Fred. "Las bibliotecas cambian vidas y, a veces, las salvan". [entrevista con Fred Gitner de Constela, Tereixa]. En: El País. 7 de abril de 2008. Disponible en Internet:
http://www.elpais.com/articulo/ultima/bibliotecas/cambian/vidas/veces/salvan/elpepiult/20080407elpepiult_2/Tes [Consultado el 07/04/08]
INFORMATION behaviour of the researcher of the future. London: University College, 2008. Disponible en Internet:
http://www.bl.uk/news/pdf/googlegen.pdf [Consultado el 11/04/08]
LINE, Maurice. "El camí a través del caos: el paper futur de la biblioteca universitària com a creadora de coneixement". En: Item, n. 14. Disponible en Internet,
http://www.raco.cat/index.php/Item/article/view/22442/22276 [Consultado el 11/04/08]
MATA, Juan. Como mirar a la luna: confesiones a una maestra sobre la formación del lector. Barcelona: Grao, 2004 (ISBN 84-7827-351-4)
MORENO, Víctor. No es para tanto: divagaciones sobre la lectura. Zaragoza: Prames, 2002 (ISBN 84-95116-50-2)
PALABRAS por la biblioteca. Pérez Iglesias, Javier (ed. lit.). Toledo: Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha; Madrid: Asociación Educación y Bibliotecas, 2004 (ISBN 84-7788-353-X)
PALABRAS por la lectura. Pérez Iglesias, Javier (ed. lit.). Toledo: Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha, 2007 (ISBN 987-84-7788-483-5)
PATTE, Geneviève. ¡Dejadles leer!: los niños y las bibliotecas. Barcelona: Pirene, 1988 (ISBN 84-7766-033-6)
PETIT, Michèle. Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura. México: Fondo de Cultura Económica, 1999 (Colección Espacios para la lectura) (ISBN 968-16-5971-6)
PETIT, Michèle. Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México: Fondo de Cultura Económica, 2001 (Colección Espacios para la lectura) (ISBN 968-16-6397-9)
PETIT, Michèle. Pero ¿y que buscan nuestros niños en sus libros? México: CONACULTA, 2002 (Lecturas sobre lecturas; 2) (ISBN 970-18-9201-1)
ZAID, Gabriel. Los demasiados libros. Barcelona: Anagrama, 2001 (ISBN 84-339-0533-3)

Enviado por: Bermari Ríos

8 comentarios:

Yaritza Arce dijo...

En el articulo de ¿que podemos ofrecer los bibliotecarios a los niños o jóvenes? se enfatiza que la biblioteca desarrolla la cultura, que debe atender las encesidades de la clientela, pero sin caer en el discrimen, imposición o censura, o sea, que se le debe brindar a los usuarios una gran gama de experiencias. Es fundamental que los niños y jóvenes adquieran las habilidades necesarias para desenvolverse en un mundo en el que la información tiene cada vez más importancia. Se habla de la generación Google, de cómo los usuarios creen que todo lo que esta en Internet es confiable y se conforman con la primera búsqueda, no saben buscar, discernir, evaluar, escoger y utilizar la información más pertinente. También se presenta en varios ocasiones la importancia de realizar alianzas con otras bibliotecas para mejorar nuestro servicio.

Sra. Arroyo dijo...

Este artículo, dictado por Javier Pérez no se distancia de lo que ya hemos conversado en clases anteriores o con compañeros en muchas ocasiones. Eso sí que en cada lectura hay algo nuevo que aprender o al menos nos ayuda a refrescar la mente. Estoy en total acuerdo en que los bibliotecarios debemos tener imaginación. Definitivamente la actitud del bibliotecario es muy importante a la hora de brindar un buen servicio al usuario, hay un artículo que escribió Mary Jane Scherdin en una ocasión, que trata sobre este tema, Shattering our Stereotype: Librarian’s New Image. Por otro lado, cuando leí sobre la Biblioteca de Queens me motivé a visitarla y encontré lo siguiente: http://www.queenslibrary.org/index.aspx?page_id=126&section_id=12&branch_id=Lh.
Me parece que aunque no trabajemos en bibliotecas públicas sería buena idea, aunque sea una vez al mes realizar actividades fuera del horario de clases donde padres y niños se vean involucrados en la lectura, para esto compañías como Scholastic proveen de kits donde los niños y padres trabajan en equipo para crear historias y sus ilustraciones. Algo de lo que debemos estar muy conscientes los bibliotecarios es que cada usuario de la biblioteca es aparte y por eso cada uno tiene una necesidad en particular que satisfacer. Para finalizar me gustaría compartir con ustedes esta dirección: http://www.revistanumero.com/39irak.htm donde se habla de la destrucción de las bibliotecas de Irak. la razón por la cual busqué la misma es por el comentario que hace Pérez sobre: “la historia esta repleta de bibliotecas destruidas”.

Gloryvee dijo...

Me llama a la atención este artículo de una manera especial. El autor clasifica las bibliotecas en tres clases: escolares, universitarias y públicas. También a su vez habla de ellas que tienen intereses particulares en la manera en la que se enfocan para impactar a la comunidad que los rodea. El clasifica a las bibliotecas escolares y universitarias a que su enfoque es hacia la educación formal y a las públicas más hacia lo cultural. Estoy de acuerdo con él ya que hay que tener un gran sentido de compromiso social para sentir la satisfacción de ayudar a nuestros clientes. Un detalle que el autor trae a relucir es el de la autoeducación, pero desde el punto de vista del bibliotecario, ya que tenemos que mantenernos al tanto de las tecnologías existentes y aún más a aquellas que podamos implantar en nuestras bibliotecas para hacer nuestro trabajo de una manera más eficiente, rápida y que requiera menos esfuerzo y también para compartirla con nuestros clientes ya sean niños, jóvenes o adultos. La tecnología en nuestros días es casi indispensable, y de la misma manera en nuestras bibliotecas, ya que para la mayoría de las personas, especialmente nuestros jóvenes, la tecnología es más que eso ya es un estilo de vida.

Anónimo dijo...

Tenemos que estar en la vanguardia en los servicios que ofrecemos en nuestras bibliotecas. Esta se esta moviendo a un mundo cibernetico es por eso que mientras mejor preparados estemos mejor calidad de servicio podremos brindar a nuestros usuarios.

Anónimo dijo...

Considero que el artículo es muy pertinente.Tenemos que estar en constante autoaprendizaje reconociendo que estamos en constante cambio y adaptarse con esa misma determinación y compromiso hacia nuestros usuarios permitiéndole que adquieran todas las destrezas de información que lo ayuden en su total formación.

Nilda Figueroa dijo...

Que interesante es el magico mundo de las bibliotecas y como han evolucionado. El artículo nos muestra como todos los usuarios, en todo el sentido de la palabra, hemos sido testigos de un cambiio de paradigna en el modelo de bibliotecas. Me parece perfecto el hacer tan visibles de que de poser, adquirir y conservar hemos trascendido a acceder, gestionar y ofrecer, elementos claves en las bibliotecas escolares.

Todo este cambio va de la mano de conocer a nuestros usuarios y como dicen sus autores debemos ponernos todos el mismo traje pero con alegría para utilizarlo. Por lo tanto, es necesario mantener un balance en los servicios prestados, ofrecer a cada quien lo que ambos necesiten y sobre todo mantenernos atractivos y conocer lo más posible nuestros recuros ly colecciones para que nuestros usuarios se sientan cómodos en y satisfechos con los resultados obtenidos en la biblioteca.

M. Evora dijo...

A qué se refiere cuando el autor nos habla del "despotismo ilustrado". Cómo entraría esta frase en nuestro entorno...

Anónimo dijo...

Buscando información sobre el despotismo ilustrado encontré que es una política de algunas monarquías absolutas del siglo XVIII, moderada por las ideas de la Ilustración de fomentar la cultura y prosperidad del pueblo. La Ilustración por su parte, es una idea filosófica, según la cual las decisiones del hombre son guiadas por la razón. Durante algunas monarquías se siguió este patrón político, en el cual le daban ciertos beneficios al pueblo, pero los monarcas seguían gobernando a su manera y sin dar cuentas de nada. Era "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Cabe recordar que seguía siendo un despotismo (autoridad absoluta no limitada por las leyes ni por ningún control constitucional),y los reyes gobernaban a su antojo. Trayendo este concepto a nosotros, las bibliotecas tienen la información y la ponen a disposición del usuario, pero el usuario tiene que acceder a ella a través de los medios y formatos que ellos decidan, aún cuando ya hay maneras más simples y eficientes de obtener la información necesitada. Como dice el autor, ya es tiempo de abandonar esta práctica y buscar ir más al paso con las nuevas tecnologías de información y comunicación, puesto que los usuarios no dependen exclusivamente de la biblioteca para obtener información o entretenimiento, sino que ya cuentan con otros recursos. Si la biblioteca no actualiza su oferta, pudiera ser relegada a un segundo plano.